viernes, febrero 27, 2015

El perdón

Las rodillas, las rodillas me siguen doliendo, disculpe padre pero no puedo arrodillarme, esta artritis empeora con la lluvia, el padre tan lindo, tan querido. Hacen falta más hombres como él en el pueblo, a los jóvenes les falta oficio, más hombres como él, gracias padre, confieso que he pecado, el mundo necesita más hombres como el padre, tuve que sacar a Milena de la casa, padre, ella tenía los bichos, yo tuve que echarla, era ella, fue ella la que trajo los bichos a la casa, ¡Oh! Tengo un gusano en el cuello de la camisa, ¡no se quitan, no se quitan! No tienen ningún respeto, ¡ningún respeto por nada! yo limpiaba pero ahí seguían las moscas, yo limpiaba pero ponían sus huevos en mi ropa, las sábanas padre, encontraba gusanos en mis sábanas, las lavaba padre y ahí estaban de nuevo, mis huesos, con este frío no puedo con ellos, debería estar arrodillada en la iglesia, sobre todo cuando he pecado, qué culpa, entraba en su habitación para limpiar pero no daba con el nido, padre yo busqué en su armario y entre su ropa, pero ella los escondía a propósito, Sé que era intencional, por más que ella lo negara, ¡Por más que lo negara! Después de todo lo que la ayudé a esa bastarda, que la recibí en mi casa y la traté como a una hija,  a propósito los escondía y las moscas en la casa y ella dejaba comida fuera de la nevera a propósito, los gusanos en mis sábanas empezaron a comerme la piel, yo tenía ronchas en mi cara, me comían la piel padre, mire usted ahora no ve, yo no quiero que el padre me vea así, con el rostro desfigurado, debo cubrirme el rostro con algo, cubrirme con un pañuelo, qué dirá la gente del pueblo, si me ve así, qué dirá el padre… claro, no me ve, pero tengo marcas de sus gusanos en mi cara, yo le dije y le decía, pero ella me decía que no habían bichos, también busqué el nido en su cama y lo encontré en su almohada, pude ver a los gusanos dentro de esa almohada y sentir su olor fétido y putrefacción, era horrible, se alimentaban del relleno, estoy segura de que Milena los dejaba ocultos para engañarme, que no los encontrara, ¡pero yo los vi! Soy más lista que esa cualquiera y yo le pedí a ella que la tirara y se negó, lo hacía a propósito, padre lo hacía a propósito, yo se que ella lo hacía a propósito porque quería que me enfermara para traer a su novio, el chico de la carnicería a la casa para vivir en pecado, Justamente como si pudieran ¡Ja! ¡Como si lo fuera a permitir! le dije que sacara los bichos de la casa y ella me dijo que no había bichos, ¡Yo no soy tonta! pero los gusanos seguían en mi cama padre, ella empezó a llegar por la noche a la casa y podía sentirla entrando las moscas en mi habitación, caí enferma del estómago y podía ver a los gusanos en mis desechos, la enfrenté a esa bruja padre ¡No tuve opción! ¡El cielo sabe que no tuve opción! y le dije que ella sacaba a los bichos o se iba, que yo sabía lo que estaba haciendo y que quería matarme y ella se fue. Esta mañana Milena no estaba, entré a su habitación y sus cosas no estaban padre y yo, yo quemé su almohada  y ahora que maté el nido yo me arrepiento de haber echado a mi nieta y que se haya perdido, me arrepiento padre. Ojalá tenga perdón.

martes, enero 13, 2015

La sombrilla

La sombrilla apareció frente a Andrés en el momento en que sintió que un chaparrón helado amenazaba helarle los huesos. Por la calle 100 esa tarde recordó lo que era un aguacero en Bogotá. Se había acostumbrado a mantenerse abrigado con sus chaquetas Northface europeas impermeables repelentes al frío. Al sentir esas gruesas gotas en su espalda supo que se iba a congelar como una estatua solo de mojarse con esa lluvia de montaña. Se levantó de su puesto en esa tienda y llegó a la avenida sin rumbo y con el espanto en el rostro.
Es ese momento, un vendedor pasó a su lado ofreciendo sombrillas a $10.000 y solo por escucharlo volvió a la vida.
Andrés: -¿A cómo las sombrillas?
Vendedor: -Son a $10.000. Hay de color verde, morado y azul.
Andrés: -Quiero una azul –dijo-. Le entregó un billete de mil pesos.
Vendedor: - Señor, que son a $10.000.
Andrés buscó entre los billetes de $50.000 y encontró uno de $10.000 en su billetera. Le pagó por la sombrilla y la abrió encima de su capota negra. Se le ocurrió caminar para coger un taxi y visitar en su panadería a su amiga pastelera. Era la única que esa tarde podía ayudarlo a sentir calor en toda Bogotá. Frenó un taxi y le indicó al conductor un sitio, una dirección en La Candelaria.
Todavía temblaba de frío cuando abrió la ventanilla y el conductor comenzó a hablarle del partido de Nacional. Andrés no tenía idea de fútbol y solo asentía. El conductor lo llevó a La Candelaria y frenó.
Conductor: - ¿Está bien aquí?
Andrés: - Si, aquí es.
Conductor: - Son $20.000.
Andrés los pagó sin más y saltó fuera del taxi. Cuando dobló la esquina para ir a la pastelería se dio cuenta de que había dejado dentro del taxi su sombrilla nueva. Su cabello sudado se pegaba a su capota. Vio el letrero del sitio de su amiga “Patisserie du soleil”, pero las persianas estaban bajas. Quiso buscar su celular para escribirle a Matilde por facebook. Se dio cuenta de que no lo tenía. Tampoco su billetera. 

jueves, junio 12, 2014

Ella

Yo podía verla diáfana como un gato. Sobre todo cuando ella estaba sentada hecha un ovillo en el sillón y permanecía silenciosa en el distante mundo de su pasado. Hundida en el sofá, su falda siempre combinaba con la tela roja del sillón fuera de color verde, fuera plateada o fuera morada. Como su personalidad, su ropa tenía la capacidad camaleónica de los animales que se confunden con el ambiente. También se confundía con su entorno, como muchas chicas bonitas se pueden confundir: con un cigarrito en la boca roja, con un cóctel en la mano decorada con pulseras, con lentes sin marco sobre la nariz blanca y respingada.

Ya no recuerdo su voz. O sus palabras. Era una imagen de una película que me acompañaba por las noches, su cuerpo macizo y flaco recostado en el lado izquierdo de la cama. El cigarrillo colgaba de sus dedos. La ceniza caía en las sábanas. La música sonaba de fondo y el silencio en su boca. Muchas veces encontré nuestros diálogos en películas que vi después de que ella se fuera de nuestra escena. Soñé nuestras conversaciones de boca de actrices, ahora que la recuerdo y la olvido frente a la pantalla. Ahora que ya no sé si está recostada a mi lado mientras cierro los ojos con fuerza para ver su cabello rubio colgando sobre mi almohada.

La toalla azul huele a ella. Todavía está húmeda. Salí de la ducha y encontré la toalla tendida sobre el lavabo. Cuando me sequé la cara sentí su buqué a máscara de pestañas, crema humectante para piel seca, cigarrillos negros y almendras. Y sentí deseos de probar el salado sabor de su excitación con la lengua. La apoyé en la toalla y sentí con placer su sudor ácido. En la habitación el televisor calló de repente y con el silencio mi agitación viró en llanto. Yo sé que ella no volverá dije en voz alta para consolarme. Caminé derrotada al dormitorio. Soy consciente de que ella jamás vuelve atrás. Soy parte de su pasado, soy una película que no volverá a ver.


La pantalla del televisor está negra. No entiendo. No entiendo cómo el enchufe pudo desconectarse mientras me duchaba. Dudo, quizás lo desenchufé sin saberlo. Quizás ya no se qué hago y es ella la que maneja mi cuerpo a la distancia. Necesito ver mi imagen en el espejo. Quizás, ahora soy ella.

jueves, marzo 20, 2014

Chihuahua

¿Dónde meto este chihuahua? Por favor, ¿cómo se le puede ocurrir a Martín regalarme un perro? Y encima un chihuahua. ¡Socorro! ¡No para de ladrar! Mi papá me va a asesinar. Lo sé. O peor: me va a echar a la calle como un perro con chihuahua y todo. La noticia del chihuahua va a ser peor que aclararle que Martín es mi novio desde hace 6 meses. ¿Y si lo mata? ¡Por favor! ¿Cómo se apaga ese perro? ¡No para de chillar! Es imposible ocultarlo. Creo que cabe en mi maleta. Ven perrito, ven. ¡Deja de ladrar! ¡Ya! ¡Cállate! Son pasadas las 5 de la tarde, ya debe estar por llegar. Tengo que ver qué hago con este perro. ¡No! ¡No orines la cama! ¡Madre mía! ¡Estoy en crisis! –y coge el celular- Martín. Alo, ¿Martín? Ven por tu perro, yo no lo quiero. ¿Cómo? No, yo no puedo quedármelo. Sabes que la cosa se me va a poner fea en casa. No, no es que ya no me guste. Si, sé que es bonito y que yo quería adoptarlo, pero no así. ¡No me grites! No, no te pongas bravo… Sí, me gusta el perrito, pero… Bueno, bueno. Entiendo, estás en una reunión. Claro, hablamos luego. Bye. ¿Y tú qué miras, con esa cara de perro anoréxico estúpido chihuahua? ¡Si al menos fueras pit bull o bull terrier inglés! ¿Qué voy a hacer contigo? ¡Cállate, te lo ruego! ¡Deja de chillar! –golpean la puerta de su habitación- ¡¿Quién es?!
-¿Qué es ese alboroto Camilo? –preguntó su madre mientras entraba a la habitación-.
-Ma, es que Martín me regaló un perrito. Míralo, es bonito, ¿verdad?
-¿Eso es un perro? Camilo, eso parece un muñeco de trapo, aparte no deja de ladrar. ¿Qué va a decir tu padre? Camilo, ¿en qué pensabas cuando aceptaste ese perro?
-Ay, ma, es que es bonito, sé que lo podemos domesticar, es muy pequeño todavía.
-Camilo, sabes que a tu padre no le va a gustar ese bicho. Tienes que llevártelo antes de que regrese.
-Ma, porfa, es de raza, es bonito y además es muy costoso, me dijo Martín que salió cerca de un millón de pesos. Sé que lo podemos domesticar, porfa, ma.
-¡No seas necio! ¿Quién le va a dar alimento y llevar al veterinario? ¡Un millón de pesos por esa rata! ¿No consiguió por un millón de pesos al menos un poodle? No, Camilo. Ese perro en esta casa no se queda. ¡Y haz que deje de chillar! ¡Madre Santa! ¡Es insoportable! Ese perro se va de esta casa, verás tu si quieres acompañarlo.

-Bueno, ma –respondió mientras cogía al perro y lo guardaba en su maleta-.     

domingo, diciembre 01, 2013

El cielo de viaje

Soy morado y hueco. No soy de este país. Llegué en un avión, envuelto en papel y una bolsa blanca. Llegué con un alfajor y un bombón, pero ya no están. No sé qué les pasó. Al lado mío hay un congénere. Es de madera. Se ve decrépito y huele mal. Parece haber muerto. Temo por mi futuro en este estante blanco y frío, agobiado por montones de tazas de todos los tamaños y un colador.
***
¡No hay peligro! Esta mañana me metieron en un bolso con un termo de acero, una bombilla panzona y yerba peperina. Volví a ver la luz en un parque con un lago, hacía sol y había montañas. Entendí que a pesar del largo trayecto que he recorrido nada cambió. El pasto sigue siendo verde y el cielo azul y blanco.

***

sábado, noviembre 02, 2013

Los losers del sábado a la noche

Lorena sentada en la mesa vio cómo su papá le sirvió una copa de vino tinto a su mamá en la mesa. Ella la sostenía inclinada y sonreía mientras se llenaba poco a poco. Su papá también le ofreció vino y llenó su copa por la mitad. Era sábado por la noche. La cena consistía en lomo al horno con papas y batatas. De postre ensalada de frutas con crema. Una taza de café. Y después, encender el televisor para no escuchar cómo sus padres tenían sexo en su habitación.

Acostada en la cama, con la colcha cubriéndole la nariz, hacía zapping a toda velocidad. A pesar del volumen, podía escuchar los golpes de la cama matrimonial contra la pared. Casi podía imaginarlos, su papá arriba como un Adonis con panza y pulóver de pelos en pecho y su mamá suspirando debajo de sus senos talla 100 y abdomen de pilates. Y ella sola, en su habitación, como cada sábado a la noche, poniendo programas que no veía para evitar escuchar el alboroto de la pasión paternal. 

A las 11,05 escuchó el primer orgasmo. Oyó cómo la puerta de la habitación se abría y alguien iba al baño. Por el ruido al andar supuso que, esta vez, había salido primero su papá. Se sentó en la cama, indignada. Manoteó el celular, rezándole a Facebook por su salvación. El milagro: un mensaje privado. 

Dami Cullen 

“Hola! Sos relinda ¿sos de capital?”

Lorena Parra 

“hola ¿quin sos? ─tipeó en un ataque de pánico. 

Dami Cullen 

“Soyel primo d Sergio noconocimos hace unmes en sucumpel”

Lorena Parra 

“¿Cómo estás? ¿Todo bien? Qué sorpresa tu mensaje”

Dami Cullen 

“Esq no me animaba ahblarte. Sos re linda Sabías? 

Lorena Parra 

“Jjajajja Gracias! :DDDD”

Dami Cullen

“Q hacias?”

Lorena Parra

“Nada miraba tele”

Empezó el segundo round en la habitación sus papás. Podía escuchar los gorjeos de placer de su mamá y el murmullo húmedo de la voz de su papá. Se tapó la cara con la almohada y cambió de canal. Otra vez el milagro. 

Dami Cullen 

“querés ir a tomar algo? Yote invito :)”

Lorena Parra

“dale. A dónde nos encontramos?”

Dami Cullen

“en plaza serrano en media hora teva¡?”

Lorena Parra

“dale ya salgo”

Lorena saltó de la cama y en exactamente 15 minutos se había vestido, peinado, perfumado y maquillado. Dejó una nota sobre la mesa del comedor y se subió al ascensor. Mientras bajaba se pintó los labios y practicó poses sexies frente al espejo. Salió del edificio radiante. Paró un taxi, se sentó a escuchar música y en media hora llegó a plaza serrano. El lugar estaba repleto. Como siempre. Buscó en su cartera el celular, iba a escribirle a Dami Cullen cuando descubrió que estaba sin batería. No habían quedado en encontrarse en ningún bar, no tenía su teléfono ni había llevado el cargador.

Caminó unos minutos tratando de encontrarlo, pero no lo vio en ninguno de los bares frente a la plaza. Se sintió la peor loser del sábado a la noche. Tomó un taxi y regresó a su casa. 

La nota seguía sobre la mesa y sus padres por el 2do o 3er round. Conectó el celular. 

Dami Cullen

“hola estoyllefando por donde andas?”

Dami Cullen

“hola ya estoy aca donde nos vemos?”

Dami Cullen

“donde estas te estoy esperando hace media hora nos vemos en Tazzz!”

Se sentó en la cama. Estaba por responderle cuando Dami Cullen subió una foto de él brindando con una rubia desopilante con dos margaritas. 

Lorena Parra

Apagó el celular. 






domingo, agosto 11, 2013

Tres libros de autoayuda


Juliana amaba a Daniel desde el comienzo del bachillerato. Él la había ayudado a aprobar los exámenes de química, había pasado tardes enteras con ella con la excusa de un helado y le había dado su primer beso. A un semestre de graduarse de arquitecta, ella pensaba en que podían tomarse un año sabático y recorrer el mundo juntos, antes de casarse y compartir el resto de sus vidas.
Una noche de jueves en que habían decidido no juntarse para poder estudiar juiciosos, Juliana paseaba por los muros de facebook. Vio a Daniel en el chat y comenzaron a hablar de todo y de nada. De pronto Juliana recibió este mensaje de Daniel: “jajajjja mi cielo volvemosa ver medianoche en parís enel cine cuando quieras :) :) :)”. Al principio Juliana no entendió nada porque hacía meses que no iban juntos al cine y esa película recién se estrenaba. Luego entendió algo y pensó lo peor. Hizo como si no hubiera leído nada, cambió de tema rápido y se despidió como siempre y como si nada. Pero no pudo dormir.
Convenció a un amigo que estudiaba informática de que le consiguiera la clave de facebook de Daniel. Él se la pasó a los dos días. Ella descubrió que Daniel salía con otra chica hacía más de un año. Entonces Juliana juntó todas las fotos, toda la ropa, todas las cartas, y todos los peluches que le recordaban a Daniel, los puso en una bolsa y los botó. Terminó con él por teléfono, decidió bloquearlo de todas las redes sociales y no verlo más.
Al principio una ira profunda la animó a seguir adelante. Pero a medida que pasaban los días y Daniel le faltaba en todas partes, empezó a dudar de su decisión. Un viernes a la noche, a los 13 días y 8 horas de haber terminado con Daniel se quebró. Después de siete años era soltera. Lloraba sola en su casa, cogía el celular para llamar a Daniel y con gran esfuerzo lo dejaba otra vez sobre la mesa. Quería decirle que ya no le importaba que tuviera una amante, que ella lo extrañaba, que le hacía falta el olor a champú de su cabello, chocarse con sus lentes en medio de un beso y que la convenciera de sus mentiras con bromas y caricias.
Entre lágrimas fue a la cocina a buscar cualquier cosa dulce que comer. No había helado, ni chocolate, ni mermelada, ni galletas. Después de revolver hasta el último paquete, encontró unas Frunas en un estante alto de la alacena. Cogió una, la masticó con fuerza y se la tragó con todo y sabor amargo. Entonces comió otra que le supo más dulce. Y otra que le hizo olvidar su celular. Y otra que la llevó a su cama. Y otras en su cama que le ayudaron a dormir entre sollozos. De este modo, Juliana llegó viva al sábado por la mañana. Se levantó de la cama y decidió escribir un libro: “Cómo superar una tusa un viernes a la noche a fuerza de caramelos”. Fueron ochenta y siete páginas de liberación femenina que su papá apoyó. Y no solo eso, si no que además logró que un amigo publicara el texto en su editorial.
El libro fue un éxito de venta y Juliana a los pocos meses publicó una secuela: “Cómo superar una tusa una tarde de domingo a fuerza de helado y galletas”. Fue otro best-seller que tradujeron al inglés, francés y alemán: “...siéntate frente al helado y hunde tu cuchara hasta el fondo. Llévalo a tu boca, deja que se derrita, saboréalo. Decídete a ser como el helado para pasar este mal momento: de hielo, pero dulce. Fría, pero irresistible. También déjate espacio para ablandar tu corazón con el calor de un abrazo sincero. Recuerda que no eres de piedra...”.
De más está decir que Juliana subió de peso. Recién graduada, comenzó a trabajar en un estudio de arquitectos. Una mañana, antes de ir a la oficina, se vió frente al espejo y extrañó sus pómulos huesudos y comprarse ropa talla S. Entonces decidió ponerse a dieta y hacer ejercicio. En menos de cinco meses se veía espectacular. Cambió su modo de vestir por otro más atrevido y sensual. Se sentía feliz consigo misma y se notaba. Tenía muchos pretendientes y muchos planes para cada día de la semana.
Un domingo por la tarde salía del cine acompañada por un atractivo caballero cuando se topó con Daniel, que también estaba acompañado. Se saludaron y se miraron con incomodidad. Ella vio a Daniel demasiado petiso, mal vestido, con poco pelo y las mismas gafas. Cruzaron las palabras justas y se despidieron. Juliana decidió que para siempre. Al poco tiempo sacó el tercer tomo de la colección: “Cómo bajar todo lo que engordaste entusada y conseguir un nuevo chico”. También fue un éxito internacional. Y ese fue el último libro de autoayuda que escribió Juliana.