El taxi llegó dentro de los cinco minutos confirmados por la compañía. Lo hizo saber tocando bocina en la puerta de la casa. Él se puso su enorme mochila y ella cogió su equipaje de mano y de vida, ya después de un año de visitar el mundo. El taxista abrió el portaequipajes y allí cayeron sus pertenencias. Se abrazaron. Él subió al auto y se fue. Ella se despidió con un largo adiós como conjuro para olvidar su sonrisa.