domingo, diciembre 01, 2013

El cielo de viaje

Soy morado y hueco. No soy de este país. Llegué en un avión, envuelto en papel y una bolsa blanca. Llegué con un alfajor y un bombón, pero ya no están. No sé qué les pasó. Al lado mío hay un congénere. Es de madera. Se ve decrépito y huele mal. Parece haber muerto. Temo por mi futuro en este estante blanco y frío, agobiado por montones de tazas de todos los tamaños y un colador.
***
¡No hay peligro! Esta mañana me metieron en un bolso con un termo de acero, una bombilla panzona y yerba peperina. Volví a ver la luz en un parque con un lago, hacía sol y había montañas. Entendí que a pesar del largo trayecto que he recorrido nada cambió. El pasto sigue siendo verde y el cielo azul y blanco.

***

sábado, noviembre 02, 2013

Los losers del sábado a la noche

Lorena sentada en la mesa vio cómo su papá le sirvió una copa de vino tinto a su mamá en la mesa. Ella la sostenía inclinada y sonreía mientras se llenaba poco a poco. Su papá también le ofreció vino y llenó su copa por la mitad. Era sábado por la noche. La cena consistía en lomo al horno con papas y batatas. De postre ensalada de frutas con crema. Una taza de café. Y después, encender el televisor para no escuchar cómo sus padres tenían sexo en su habitación.

Acostada en la cama, con la colcha cubriéndole la nariz, hacía zapping a toda velocidad. A pesar del volumen, podía escuchar los golpes de la cama matrimonial contra la pared. Casi podía imaginarlos, su papá arriba como un Adonis con panza y pulóver de pelos en pecho y su mamá suspirando debajo de sus senos talla 100 y abdomen de pilates. Y ella sola, en su habitación, como cada sábado a la noche, poniendo programas que no veía para evitar escuchar el alboroto de la pasión paternal. 

A las 11,05 escuchó el primer orgasmo. Oyó cómo la puerta de la habitación se abría y alguien iba al baño. Por el ruido al andar supuso que, esta vez, había salido primero su papá. Se sentó en la cama, indignada. Manoteó el celular, rezándole a Facebook por su salvación. El milagro: un mensaje privado. 

Dami Cullen 

“Hola! Sos relinda ¿sos de capital?”

Lorena Parra 

“hola ¿quin sos? ─tipeó en un ataque de pánico. 

Dami Cullen 

“Soyel primo d Sergio noconocimos hace unmes en sucumpel”

Lorena Parra 

“¿Cómo estás? ¿Todo bien? Qué sorpresa tu mensaje”

Dami Cullen 

“Esq no me animaba ahblarte. Sos re linda Sabías? 

Lorena Parra 

“Jjajajja Gracias! :DDDD”

Dami Cullen

“Q hacias?”

Lorena Parra

“Nada miraba tele”

Empezó el segundo round en la habitación sus papás. Podía escuchar los gorjeos de placer de su mamá y el murmullo húmedo de la voz de su papá. Se tapó la cara con la almohada y cambió de canal. Otra vez el milagro. 

Dami Cullen 

“querés ir a tomar algo? Yote invito :)”

Lorena Parra

“dale. A dónde nos encontramos?”

Dami Cullen

“en plaza serrano en media hora teva¡?”

Lorena Parra

“dale ya salgo”

Lorena saltó de la cama y en exactamente 15 minutos se había vestido, peinado, perfumado y maquillado. Dejó una nota sobre la mesa del comedor y se subió al ascensor. Mientras bajaba se pintó los labios y practicó poses sexies frente al espejo. Salió del edificio radiante. Paró un taxi, se sentó a escuchar música y en media hora llegó a plaza serrano. El lugar estaba repleto. Como siempre. Buscó en su cartera el celular, iba a escribirle a Dami Cullen cuando descubrió que estaba sin batería. No habían quedado en encontrarse en ningún bar, no tenía su teléfono ni había llevado el cargador.

Caminó unos minutos tratando de encontrarlo, pero no lo vio en ninguno de los bares frente a la plaza. Se sintió la peor loser del sábado a la noche. Tomó un taxi y regresó a su casa. 

La nota seguía sobre la mesa y sus padres por el 2do o 3er round. Conectó el celular. 

Dami Cullen

“hola estoyllefando por donde andas?”

Dami Cullen

“hola ya estoy aca donde nos vemos?”

Dami Cullen

“donde estas te estoy esperando hace media hora nos vemos en Tazzz!”

Se sentó en la cama. Estaba por responderle cuando Dami Cullen subió una foto de él brindando con una rubia desopilante con dos margaritas. 

Lorena Parra

Apagó el celular. 






domingo, agosto 11, 2013

Tres libros de autoayuda


Juliana amaba a Daniel desde el comienzo del bachillerato. Él la había ayudado a aprobar los exámenes de química, había pasado tardes enteras con ella con la excusa de un helado y le había dado su primer beso. A un semestre de graduarse de arquitecta, ella pensaba en que podían tomarse un año sabático y recorrer el mundo juntos, antes de casarse y compartir el resto de sus vidas.
Una noche de jueves en que habían decidido no juntarse para poder estudiar juiciosos, Juliana paseaba por los muros de facebook. Vio a Daniel en el chat y comenzaron a hablar de todo y de nada. De pronto Juliana recibió este mensaje de Daniel: “jajajjja mi cielo volvemosa ver medianoche en parís enel cine cuando quieras :) :) :)”. Al principio Juliana no entendió nada porque hacía meses que no iban juntos al cine y esa película recién se estrenaba. Luego entendió algo y pensó lo peor. Hizo como si no hubiera leído nada, cambió de tema rápido y se despidió como siempre y como si nada. Pero no pudo dormir.
Convenció a un amigo que estudiaba informática de que le consiguiera la clave de facebook de Daniel. Él se la pasó a los dos días. Ella descubrió que Daniel salía con otra chica hacía más de un año. Entonces Juliana juntó todas las fotos, toda la ropa, todas las cartas, y todos los peluches que le recordaban a Daniel, los puso en una bolsa y los botó. Terminó con él por teléfono, decidió bloquearlo de todas las redes sociales y no verlo más.
Al principio una ira profunda la animó a seguir adelante. Pero a medida que pasaban los días y Daniel le faltaba en todas partes, empezó a dudar de su decisión. Un viernes a la noche, a los 13 días y 8 horas de haber terminado con Daniel se quebró. Después de siete años era soltera. Lloraba sola en su casa, cogía el celular para llamar a Daniel y con gran esfuerzo lo dejaba otra vez sobre la mesa. Quería decirle que ya no le importaba que tuviera una amante, que ella lo extrañaba, que le hacía falta el olor a champú de su cabello, chocarse con sus lentes en medio de un beso y que la convenciera de sus mentiras con bromas y caricias.
Entre lágrimas fue a la cocina a buscar cualquier cosa dulce que comer. No había helado, ni chocolate, ni mermelada, ni galletas. Después de revolver hasta el último paquete, encontró unas Frunas en un estante alto de la alacena. Cogió una, la masticó con fuerza y se la tragó con todo y sabor amargo. Entonces comió otra que le supo más dulce. Y otra que le hizo olvidar su celular. Y otra que la llevó a su cama. Y otras en su cama que le ayudaron a dormir entre sollozos. De este modo, Juliana llegó viva al sábado por la mañana. Se levantó de la cama y decidió escribir un libro: “Cómo superar una tusa un viernes a la noche a fuerza de caramelos”. Fueron ochenta y siete páginas de liberación femenina que su papá apoyó. Y no solo eso, si no que además logró que un amigo publicara el texto en su editorial.
El libro fue un éxito de venta y Juliana a los pocos meses publicó una secuela: “Cómo superar una tusa una tarde de domingo a fuerza de helado y galletas”. Fue otro best-seller que tradujeron al inglés, francés y alemán: “...siéntate frente al helado y hunde tu cuchara hasta el fondo. Llévalo a tu boca, deja que se derrita, saboréalo. Decídete a ser como el helado para pasar este mal momento: de hielo, pero dulce. Fría, pero irresistible. También déjate espacio para ablandar tu corazón con el calor de un abrazo sincero. Recuerda que no eres de piedra...”.
De más está decir que Juliana subió de peso. Recién graduada, comenzó a trabajar en un estudio de arquitectos. Una mañana, antes de ir a la oficina, se vió frente al espejo y extrañó sus pómulos huesudos y comprarse ropa talla S. Entonces decidió ponerse a dieta y hacer ejercicio. En menos de cinco meses se veía espectacular. Cambió su modo de vestir por otro más atrevido y sensual. Se sentía feliz consigo misma y se notaba. Tenía muchos pretendientes y muchos planes para cada día de la semana.
Un domingo por la tarde salía del cine acompañada por un atractivo caballero cuando se topó con Daniel, que también estaba acompañado. Se saludaron y se miraron con incomodidad. Ella vio a Daniel demasiado petiso, mal vestido, con poco pelo y las mismas gafas. Cruzaron las palabras justas y se despidieron. Juliana decidió que para siempre. Al poco tiempo sacó el tercer tomo de la colección: “Cómo bajar todo lo que engordaste entusada y conseguir un nuevo chico”. También fue un éxito internacional. Y ese fue el último libro de autoayuda que escribió Juliana.   

viernes, julio 26, 2013

Soy buen sexo


Mi amiga estaba demorada, como de costumbre, y yo pasaba el rato en el bar leyendo acerca de “Las 10 poses más Hot” en la Cosmo. Alguien se sentó en mi mesa y despegué la vista de la nota. Mi amiga me saludó. A su lado estaba un hombre. Un hombre con el que rápidamente me imaginé haciendo “Las 10 poses más Hot”.
- Discúlpame, pero de camino al bar me encontré por casualidad con mi amigo Diego - y lo señaló. Diego sonrió y me extendió la mano.
- Soy buen sexo.
Mi desconcierto y rubor debieron ser evidentes porque mi amiga no paraba de disculparse mientras Diego me miraba fijo a los ojos.
- Hace mucho que no veía a Diego. Nos cruzamos a la salida del transmi y nos quedamos conversando. Casi no me di cuenta de la hora. Como estaba demorada y teníamos ganas de seguir conversando lo invité. Espero que no te haya molestado.
- Para nada – respondí de inmediato, tratando de ocultar mis largos colmillos sedientos del cuello de Diego. - Me parece una excelente idea. Me encanta conocerte, Diego.
- Soy buen sexo. Soy buen sexo. Soy buen sexo. Soy buen sexo.
Casi muero ahogada con un trago de cerveza. O ese chico no paraba de repetir que era buen polvo y a Lau no le importaba o yo estaba enloqueciendo, sugestionada por lecturas de Cosmopolitan. Empecé a toser fuerte a propósito y me encerré en el baño unos minutos. Decidí inventar una excusa y desaparecer.
- Disculpame, Lau, pero no me siento bien. Te llamo mañana, te dejo bien acompañada.
- ¿Te ayudo en algo? ¿Traigo agua o una aromática?
- No, no. Gracias. Me voy. Te llamo más tardecito. - dije mientras le daba un beso en la mejilla. - Chau, Diego.
- Soy buen sexo.
Tropecé con mis propios pies al escuchar esa frase de nuevo. Me erguí intentando mostrar una actitud relajada, pero estaba más tiesa que un maniquí. “Tengo que dejar de leer esas revistas”, pensé, “pero Diego sí que tenía cara de buen sexo” y me mordí el labio mientras lo imaginaba desnudo.  

jueves, abril 18, 2013

Milagro Siglo XXI


- me: Estás a 5.000 kilómetros y yo ni siquiera creo en las relaciones a distancia.

Se le escapó una lágrima. A diferencia de otras lágrimas esta era amarga, con sabor a soledad. Abrió la ventana y encendió un cigarrillo mientras esperaba una respuesta en el chat. Acarició a su gato que le agradeció con un mordisco suave y juguetón. Recién eran las 10 AM en Bogotá y su día ya había terminado. La música dejó de brotar de la computadora y se sobresaltó. La pantalla de su ordenador estaba apagada, entonces intentó prender el televisor. Se dio cuenta del milagro: no había luz, tampoco conexión a internet. Sonrió, tomó su bicicleta y salió a la calle. Fin de la discusión.   

domingo, marzo 24, 2013

Offline


Sentía la garganta seca. Era la primera vez que se encontraba con ella y no sabía qué decir. La conversación cara a cara no era su fuerte. Él se especializaba en encontrar en youtube la canción precisa para el momento justo y mandarle el emoticon que la hiciera reír. Tenían muchos intereses en común: libros, músicos, bandas, conciertos, películas. Pero ahí sentados en aquel café parecían dos completos desconocidos que acabaron en la misma mesa por puro azar.
Sabía todo acerca de ella. De hecho, habían ido juntos a ver a La Bomba Estereo al Hard Rock Café sin conocerse. Y ahora la tenía enfrente: podía sentir su perfume y disfrutar de sus reflejos rojizos en el cabello oscuro. Sin mucho esfuerzo podría haberla besado, como habían soñado tantas veces por chat. Pero esa mesa era un abismo. Un abismo offline real y concreto. Eso cambiaba todo.
El silencio se hacía insoportable, pero sencillamente él no podía emitir palabra. ¿Qué le decía? Ya sabía que los dos habían comprado sus entradas para ver a The Cure, que ella quería ir a Estereo Picnic y que fácilmente la podría haber invitado, sin embargo se sentía un tosco monolito perdido en La Candelaria.
- Disculpame, pero me tengo que ir. Me escribió una amiga pidiéndome ayuda para un parcial que tiene mañana. No te enojás, ¿no?
- No, no. - Alcanzó a balbucear mientras ella recogía sus cosas. - Chau.- dijo. Pero ella ya estaba cruzando el umbral del cafecito.