miércoles, noviembre 24, 2010

Instrucciones para usar una Maru

Esta Maru no icluye baterías, debe alimentarla y hacer que duerma de 5 a 12 horas por día, lo que considere apropiado según la ocasión. Lavar mínimo 4 veces a la semana. Utilizar jabón perfumado. No limpiar con lavandina. Secar al viento. No usar secarropas, podría dañarse. No planchar. Tirar después de usar. O viceversa.  

sábado, noviembre 13, 2010

Encuentro

Mario caminaba por la calle Uruguay hacia el estudio jurídico. De pronto, decidió entrar en Havanna y tomar un café. Él era el jefe así que podía hacerlo. Caminó entre las mesas buscando sitio y vio a Aldo desayunando. Sonrió.
- Aldo, querido. ¡Cuánto tiempo sin verte, pero qué casualidad!
- ¡Pero si es nada más y nada menos que el Dr. Schmidt! ¡Qué bárbaro! Justo ayer soñé con vos, Mario, ¡que nos encontrábamos en este mismo bar!
Mario se sorprendió.
- Ahora que recuerdo, ¡yo también soñé lo mismo!¡Que nos encontrábamos acá, pero también estaba Pepe!
La puerta de la confitería se abrió: entró Pepe y los saludó con una sonrisa.

lunes, noviembre 01, 2010

Cuerito



Ilustración por Lucía Martina Ruiz Lopez. 

Cuerito

Esta casa de mierda me va a volver loca, pienso tranquila mientras el plomero observa con gesto de lucroso libido los azulejos del baño. Es la primera vez que lo veo en mi vida y ya no me agrada. La recomendación de la inmobiliaria fue sólo eso, una recomendación, ya que del arreglo por la inquietante gotita que se escurre por la grifería de la bañadera, no se va a hacer cargo. En términos monetarios, ni en ningún otro. El hombre es entrecano y desaliñado. Perra, mi querida gatita negra, para coronar esta escena de locura y atentado en contra de la paz del hogar, se entretiene con la caja de herramientas de Hugo, quien le devuelve la mirada pasándole factura.
– No, acá hay que romper y cambiar la grifería, a esto hay que sumarle el cambio de los azulejos y ver si no viene de lo del vecino.
– ¿Cuánto tiempo tomaría?
– Y, con el corte de agua, el revoque, la grifería, los azulejos... Calculá unos tres días.
Maldigo mi edad y mi apariencia de jovencita buena y trabajadora. Gauchita.
– Ahá. ¿Cuánto calcula usted que costaría?
– Y... Con materiales y mano de obra unos 500 pesos.
Quinientos pesos, pienso yo. $500. Pesos argentinos, 500 (quinientos). El alquiler de este nimio departamento sale 1.200 aproximadamente. Mi sueldo ronda los 1.900 (mil novecientos pesos argentinos), así que o este hombre dijo cualquier cosa o tengo que comer pared.
– Pero, ¿no le parece que es el cuerito? Porque era eso, según me pareció. Eso más de 10 pesos y una media hora de trabajo no puede costar.
Silencio. Entrecejo fruncido. Hugo frunce la nariz y se moja los labios con la lengua.
– Yo ya le dije lo que había que hacer.
– O.K. Listo. Yo lo voy a pensar. Me contactaría estos días.
Espero a que guarde todo mientras Perra sigue persiguiendo histéricamente por todo el comedor a uno de sus chiches. Este departamento me tiene pelotuda. No sólo pago el alquiler todos los meses a quien vive en Milán, sino que la inmobiliaria, además de complicarme la vida con sus horarios, me tiene loca, ya que ellos no solamente no se hacen cargo de nada y al dueño del lugar que está viviendo en Europa el departamento le interesa un comino, sino que además, para darme una recomendación acerca de un plomero a quien pueda traer al domicilio se toman hasta tres dias.
- Abajo el portero le abre - digo con voz entre altanera y tranquila, casi al borde del colapso.
Hugo se retira con la certeza de que este miércoles se ha levantado temprano en vano. Me siento a estudiar un poco de fenomenología de la percepción. Trato de ordenarme en términos merleau – pontianos. Trato de no pensar en que la gotita cae indebidamente por la grifería del baño ni qué corchos haré con eso. Mi agenda no tolera unos tres días de trabajo ajeno. De pronto y para coronar a esta mañana de miércoles, mi vecina Hanna se pone a cantar Tristán e Isolda, esa trágica ópera de Wagner, a viva voz. Fantástico, glorioso, pienso atormentada.
Decido bañarme, dentro de lo posible. Así alistarme para ir a trabajar. Después de una hora de producción ya estoy lista para afrontar el largo día. Para bajar tomo el ascensor. Me encuentro con la gallega del quinto. Entredientes le pregunto por su cumpleaños. Entiéndase por esto al bullicio que mantuvo mi cabeza debajo de la almohada toda una noche. Me responde, acaso con el mismo humor que me describiera este mediodía de miércoles: tranquilo. Nos despedimos en la puerta, no sin antes preguntarnos dónde estará el encargado. No obstante, una buena nueva es no encontrarme a Hugo allí.
Nota mental: Algo más que hacer. Tendré que encargarme de conseguir otra recomendación de un plomero o consultar en una ferretería cómo cambiar un cuerito.
Camino hacia la panadería. Me compro un churrinche y una tortita negra. En vez de pared, trago facturas.