jueves, junio 12, 2014

Ella

Yo podía verla diáfana como un gato. Sobre todo cuando ella estaba sentada hecha un ovillo en el sillón y permanecía silenciosa en el distante mundo de su pasado. Hundida en el sofá, su falda siempre combinaba con la tela roja del sillón fuera de color verde, fuera plateada o fuera morada. Como su personalidad, su ropa tenía la capacidad camaleónica de los animales que se confunden con el ambiente. También se confundía con su entorno, como muchas chicas bonitas se pueden confundir: con un cigarrito en la boca roja, con un cóctel en la mano decorada con pulseras, con lentes sin marco sobre la nariz blanca y respingada.

Ya no recuerdo su voz. O sus palabras. Era una imagen de una película que me acompañaba por las noches, su cuerpo macizo y flaco recostado en el lado izquierdo de la cama. El cigarrillo colgaba de sus dedos. La ceniza caía en las sábanas. La música sonaba de fondo y el silencio en su boca. Muchas veces encontré nuestros diálogos en películas que vi después de que ella se fuera de nuestra escena. Soñé nuestras conversaciones de boca de actrices, ahora que la recuerdo y la olvido frente a la pantalla. Ahora que ya no sé si está recostada a mi lado mientras cierro los ojos con fuerza para ver su cabello rubio colgando sobre mi almohada.

La toalla azul huele a ella. Todavía está húmeda. Salí de la ducha y encontré la toalla tendida sobre el lavabo. Cuando me sequé la cara sentí su buqué a máscara de pestañas, crema humectante para piel seca, cigarrillos negros y almendras. Y sentí deseos de probar el salado sabor de su excitación con la lengua. La apoyé en la toalla y sentí con placer su sudor ácido. En la habitación el televisor calló de repente y con el silencio mi agitación viró en llanto. Yo sé que ella no volverá dije en voz alta para consolarme. Caminé derrotada al dormitorio. Soy consciente de que ella jamás vuelve atrás. Soy parte de su pasado, soy una película que no volverá a ver.


La pantalla del televisor está negra. No entiendo. No entiendo cómo el enchufe pudo desconectarse mientras me duchaba. Dudo, quizás lo desenchufé sin saberlo. Quizás ya no se qué hago y es ella la que maneja mi cuerpo a la distancia. Necesito ver mi imagen en el espejo. Quizás, ahora soy ella.

jueves, marzo 20, 2014

Chihuahua

¿Dónde meto este chihuahua? Por favor, ¿cómo se le puede ocurrir a Martín regalarme un perro? Y encima un chihuahua. ¡Socorro! ¡No para de ladrar! Mi papá me va a asesinar. Lo sé. O peor: me va a echar a la calle como un perro con chihuahua y todo. La noticia del chihuahua va a ser peor que aclararle que Martín es mi novio desde hace 6 meses. ¿Y si lo mata? ¡Por favor! ¿Cómo se apaga ese perro? ¡No para de chillar! Es imposible ocultarlo. Creo que cabe en mi maleta. Ven perrito, ven. ¡Deja de ladrar! ¡Ya! ¡Cállate! Son pasadas las 5 de la tarde, ya debe estar por llegar. Tengo que ver qué hago con este perro. ¡No! ¡No orines la cama! ¡Madre mía! ¡Estoy en crisis! –y coge el celular- Martín. Alo, ¿Martín? Ven por tu perro, yo no lo quiero. ¿Cómo? No, yo no puedo quedármelo. Sabes que la cosa se me va a poner fea en casa. No, no es que ya no me guste. Si, sé que es bonito y que yo quería adoptarlo, pero no así. ¡No me grites! No, no te pongas bravo… Sí, me gusta el perrito, pero… Bueno, bueno. Entiendo, estás en una reunión. Claro, hablamos luego. Bye. ¿Y tú qué miras, con esa cara de perro anoréxico estúpido chihuahua? ¡Si al menos fueras pit bull o bull terrier inglés! ¿Qué voy a hacer contigo? ¡Cállate, te lo ruego! ¡Deja de chillar! –golpean la puerta de su habitación- ¡¿Quién es?!
-¿Qué es ese alboroto Camilo? –preguntó su madre mientras entraba a la habitación-.
-Ma, es que Martín me regaló un perrito. Míralo, es bonito, ¿verdad?
-¿Eso es un perro? Camilo, eso parece un muñeco de trapo, aparte no deja de ladrar. ¿Qué va a decir tu padre? Camilo, ¿en qué pensabas cuando aceptaste ese perro?
-Ay, ma, es que es bonito, sé que lo podemos domesticar, es muy pequeño todavía.
-Camilo, sabes que a tu padre no le va a gustar ese bicho. Tienes que llevártelo antes de que regrese.
-Ma, porfa, es de raza, es bonito y además es muy costoso, me dijo Martín que salió cerca de un millón de pesos. Sé que lo podemos domesticar, porfa, ma.
-¡No seas necio! ¿Quién le va a dar alimento y llevar al veterinario? ¡Un millón de pesos por esa rata! ¿No consiguió por un millón de pesos al menos un poodle? No, Camilo. Ese perro en esta casa no se queda. ¡Y haz que deje de chillar! ¡Madre Santa! ¡Es insoportable! Ese perro se va de esta casa, verás tu si quieres acompañarlo.

-Bueno, ma –respondió mientras cogía al perro y lo guardaba en su maleta-.