domingo, agosto 11, 2013

Tres libros de autoayuda


Juliana amaba a Daniel desde el comienzo del bachillerato. Él la había ayudado a aprobar los exámenes de química, había pasado tardes enteras con ella con la excusa de un helado y le había dado su primer beso. A un semestre de graduarse de arquitecta, ella pensaba en que podían tomarse un año sabático y recorrer el mundo juntos, antes de casarse y compartir el resto de sus vidas.
Una noche de jueves en que habían decidido no juntarse para poder estudiar juiciosos, Juliana paseaba por los muros de facebook. Vio a Daniel en el chat y comenzaron a hablar de todo y de nada. De pronto Juliana recibió este mensaje de Daniel: “jajajjja mi cielo volvemosa ver medianoche en parís enel cine cuando quieras :) :) :)”. Al principio Juliana no entendió nada porque hacía meses que no iban juntos al cine y esa película recién se estrenaba. Luego entendió algo y pensó lo peor. Hizo como si no hubiera leído nada, cambió de tema rápido y se despidió como siempre y como si nada. Pero no pudo dormir.
Convenció a un amigo que estudiaba informática de que le consiguiera la clave de facebook de Daniel. Él se la pasó a los dos días. Ella descubrió que Daniel salía con otra chica hacía más de un año. Entonces Juliana juntó todas las fotos, toda la ropa, todas las cartas, y todos los peluches que le recordaban a Daniel, los puso en una bolsa y los botó. Terminó con él por teléfono, decidió bloquearlo de todas las redes sociales y no verlo más.
Al principio una ira profunda la animó a seguir adelante. Pero a medida que pasaban los días y Daniel le faltaba en todas partes, empezó a dudar de su decisión. Un viernes a la noche, a los 13 días y 8 horas de haber terminado con Daniel se quebró. Después de siete años era soltera. Lloraba sola en su casa, cogía el celular para llamar a Daniel y con gran esfuerzo lo dejaba otra vez sobre la mesa. Quería decirle que ya no le importaba que tuviera una amante, que ella lo extrañaba, que le hacía falta el olor a champú de su cabello, chocarse con sus lentes en medio de un beso y que la convenciera de sus mentiras con bromas y caricias.
Entre lágrimas fue a la cocina a buscar cualquier cosa dulce que comer. No había helado, ni chocolate, ni mermelada, ni galletas. Después de revolver hasta el último paquete, encontró unas Frunas en un estante alto de la alacena. Cogió una, la masticó con fuerza y se la tragó con todo y sabor amargo. Entonces comió otra que le supo más dulce. Y otra que le hizo olvidar su celular. Y otra que la llevó a su cama. Y otras en su cama que le ayudaron a dormir entre sollozos. De este modo, Juliana llegó viva al sábado por la mañana. Se levantó de la cama y decidió escribir un libro: “Cómo superar una tusa un viernes a la noche a fuerza de caramelos”. Fueron ochenta y siete páginas de liberación femenina que su papá apoyó. Y no solo eso, si no que además logró que un amigo publicara el texto en su editorial.
El libro fue un éxito de venta y Juliana a los pocos meses publicó una secuela: “Cómo superar una tusa una tarde de domingo a fuerza de helado y galletas”. Fue otro best-seller que tradujeron al inglés, francés y alemán: “...siéntate frente al helado y hunde tu cuchara hasta el fondo. Llévalo a tu boca, deja que se derrita, saboréalo. Decídete a ser como el helado para pasar este mal momento: de hielo, pero dulce. Fría, pero irresistible. También déjate espacio para ablandar tu corazón con el calor de un abrazo sincero. Recuerda que no eres de piedra...”.
De más está decir que Juliana subió de peso. Recién graduada, comenzó a trabajar en un estudio de arquitectos. Una mañana, antes de ir a la oficina, se vió frente al espejo y extrañó sus pómulos huesudos y comprarse ropa talla S. Entonces decidió ponerse a dieta y hacer ejercicio. En menos de cinco meses se veía espectacular. Cambió su modo de vestir por otro más atrevido y sensual. Se sentía feliz consigo misma y se notaba. Tenía muchos pretendientes y muchos planes para cada día de la semana.
Un domingo por la tarde salía del cine acompañada por un atractivo caballero cuando se topó con Daniel, que también estaba acompañado. Se saludaron y se miraron con incomodidad. Ella vio a Daniel demasiado petiso, mal vestido, con poco pelo y las mismas gafas. Cruzaron las palabras justas y se despidieron. Juliana decidió que para siempre. Al poco tiempo sacó el tercer tomo de la colección: “Cómo bajar todo lo que engordaste entusada y conseguir un nuevo chico”. También fue un éxito internacional. Y ese fue el último libro de autoayuda que escribió Juliana.   

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