Juliana
amaba a Daniel desde el comienzo del bachillerato. Él la había
ayudado a aprobar los exámenes de química, había pasado tardes
enteras con ella con la excusa de un helado y le había dado su
primer beso. A un semestre de graduarse de arquitecta, ella pensaba
en que podían tomarse un año sabático y recorrer el mundo juntos,
antes de casarse y compartir el resto de sus vidas.
Una
noche de jueves en que habían decidido no juntarse para poder
estudiar juiciosos, Juliana paseaba por los muros de facebook. Vio a
Daniel en el chat y comenzaron a hablar de todo y de nada. De pronto Juliana recibió este mensaje de Daniel:
“jajajjja mi cielo volvemosa ver medianoche en parís enel cine
cuando quieras :) :) :)”. Al principio Juliana no entendió nada
porque hacía meses que no iban juntos al cine y esa película recién
se estrenaba. Luego entendió algo y pensó lo peor. Hizo como si no
hubiera leído nada, cambió de tema rápido y se despidió como
siempre y como si nada. Pero no pudo dormir.
Convenció
a un amigo que estudiaba informática de que le consiguiera la clave
de facebook de Daniel. Él se la pasó a los dos días. Ella
descubrió que Daniel salía con otra chica hacía más de un año.
Entonces Juliana juntó todas las fotos, toda la ropa, todas las
cartas, y todos los peluches que le recordaban a Daniel, los puso en
una bolsa y los botó. Terminó con él por teléfono, decidió
bloquearlo de todas las redes sociales y no verlo más.
Al
principio una ira profunda la animó a seguir adelante. Pero a medida
que pasaban los días y Daniel le faltaba en todas partes, empezó a
dudar de su decisión. Un viernes a la noche, a los 13 días y 8
horas de haber terminado con Daniel se quebró. Después de siete
años era soltera. Lloraba sola en su casa, cogía el celular para
llamar a Daniel y con gran esfuerzo lo dejaba otra vez sobre la mesa.
Quería decirle que ya no le importaba que tuviera una amante, que
ella lo extrañaba, que le hacía falta el olor a champú de su
cabello, chocarse con sus lentes en medio de un beso y que la
convenciera de sus mentiras con bromas y caricias.
Entre
lágrimas fue a la cocina a buscar cualquier cosa dulce que comer. No
había helado, ni chocolate, ni mermelada, ni galletas. Después de
revolver hasta el último paquete, encontró unas Frunas en un
estante alto de la alacena. Cogió una, la masticó con fuerza y se
la tragó con todo y sabor amargo. Entonces comió otra que le supo
más dulce. Y otra que le hizo olvidar su celular. Y otra que la
llevó a su cama. Y otras en su cama que le ayudaron a dormir entre
sollozos. De este modo, Juliana llegó viva al sábado por la mañana.
Se levantó de la cama y decidió escribir un libro: “Cómo superar
una tusa un viernes a la noche a fuerza de caramelos”. Fueron
ochenta y siete páginas de liberación femenina que su papá apoyó.
Y no solo eso, si no que además logró que un amigo publicara el
texto en su editorial.
El
libro fue un éxito de venta y Juliana a los pocos meses publicó una
secuela: “Cómo superar una tusa una tarde de domingo a fuerza de
helado y galletas”. Fue otro best-seller que tradujeron al inglés,
francés y alemán: “...siéntate frente al helado y hunde tu
cuchara hasta el fondo. Llévalo a tu boca, deja que se derrita,
saboréalo. Decídete a ser como el helado para pasar este mal
momento: de hielo, pero dulce. Fría, pero irresistible. También
déjate espacio para ablandar tu corazón con el calor de un abrazo
sincero. Recuerda que no eres de piedra...”.
De
más está decir que Juliana subió de peso. Recién graduada,
comenzó a trabajar en un estudio de arquitectos. Una mañana, antes
de ir a la oficina, se vió frente al espejo y extrañó sus pómulos
huesudos y comprarse ropa talla S. Entonces decidió ponerse a dieta
y hacer ejercicio. En menos de cinco meses se veía espectacular.
Cambió su modo de vestir por otro más atrevido y sensual. Se sentía
feliz consigo misma y se notaba. Tenía muchos pretendientes y muchos
planes para cada día de la semana.
Un
domingo por la tarde salía del cine acompañada por un atractivo
caballero cuando se topó con Daniel, que también estaba acompañado.
Se saludaron y se miraron con incomodidad. Ella vio a Daniel
demasiado petiso, mal vestido, con poco pelo y las mismas gafas.
Cruzaron las palabras justas y se despidieron. Juliana decidió que
para siempre. Al poco tiempo sacó el tercer tomo de la colección:
“Cómo bajar todo lo que engordaste entusada y conseguir un nuevo
chico”. También fue un éxito internacional. Y ese fue el último
libro de autoayuda que escribió Juliana.
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